Derechos del niño en torno al Libro y la Lectura.
Artículo 1.
El niño tiene derecho al
goce y felicidad en la lectura y con los libros.
¡Que nadie dañe ni
pervierta este vínculo!
Y que, cuando aún habita
en el vientre materno, su madre y, ojalá,
su padre, le lean y narren cuentos además de acariciarle con honda ternura.
Repetirle rimas, musitarle poemas y retahílas,
su padre, le lean y narren cuentos además de acariciarle con honda ternura.
Repetirle rimas, musitarle poemas y retahílas,
Artículo 2.
El niño tiene derecho a
que los adultos en casa, en la escuela o
en cualquier otro lugar le leamos en voz alta los pasajes de los libros que
más le apasionen.
Y que al hacerlo la
palabra sea hermosa, expresiva, radiante.
Que la voz de los maestros al leer adquiera
diversas resonancias y matices.
A que cada personaje de los cuentos tenga su propia inflexión.
A que cada personaje de los cuentos tenga su propia inflexión.
Y aquella voz del
narrador sea hechicera: a ratos de trueno, a veces apacible, según convenga al
relato.
Artículo 3.
El niño tiene derecho a reclamar y exigir que los
libros sean prodigios amuletos, talismanes. Que sirvan para enamorar y
enamoren. Que nos hablen de asuntos trascendentes. Que la maravilla esté
contenida en ellos. Que sean gratos para pasar las mejores horas de nuestras
vidas extasiados en sus hojas, subidos en lo más alto de los mástiles de las
mejores naves, inhiestas y bizarras.
Artículo 4.
El niño tiene derecho a
que la biblioteca escolar sea primorosa. Que en ella haya dejado impresas sus
alas las mariposas, las luciérnagas y colibríes.
Que las personas que
allí atienden tengan luz y fulgor en el alma y los ojos, porten alas y vistan
colas de peces.
Que se enamoren de los
niños lectores a quienes repartan flores. Y no les hagan llenar fichas ni
papeletas.
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