A Jesús en el pesebre
Dulce Niño de Belén, presencia viva de Dios en
nuestro mundo, me postro de rodillas ante Ti, para adorarte.
Qué bello es, Jesús, pensar que por amor
tomaste nuestra carne y nuestra sangre, y viniste a vivir a nuestro lado
una vida sencilla y pobre.
Qué bello es, Jesús, mirarte entre las pajas
del pesebre, pequeño e indefenso, y saber que eres nuestro Dios, y
nuestro Salvador.
Qué bello es, Jesús, mirar tus ojos, verte
sonreír, oírte llorar, sentir tu calor, y tener la certeza de que todo lo
hiciste para nuestro bien.
Qué bello es, Jesús, saber que nos amas con
un amor grande, inmenso, profundo, que nada ni nadie lo puede apagar.
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