EL JOVEN CANGREJO
Un joven cangrejo pensó:
— ¿Por qué todos los miembros de mi familia caminan
hacia atrás? Quiero aprender a caminar hacia delante, como
las ranas, y ¡que se me caiga la cola si no lo consigo!
Empezó a entrenarse a escondidas, entre las piedras de su
— ¿Por qué todos los miembros de mi familia caminan
hacia atrás? Quiero aprender a caminar hacia delante, como
las ranas, y ¡que se me caiga la cola si no lo consigo!
Empezó a entrenarse a escondidas, entre las piedras de su
arroyuelo nativo, y los primeros días le
costaba muchísimo trabajo lograrlo.
Chocaba contra todo, se magullaba la coraza y una pata se
le enredaba con la otra. Pero las cosas fueron mejorando
lentamente, porque todo puede aprenderse cuando se
desea de veras.
Cuando estuvo bien seguro de sí mismo, se presentó ante
su familia y dijo:
—Fíjense.
—¡Hijo mío! —dijo llorando la madre—. ¿Has perdido
el juicio? Vuelve en ti y camina como te han enseñado tu
padre y tu madre; camina como tus hermanos, que tanto
te quieren.
Sus hermanos, no bastante, se tronchaban de risa.
El padre lo miró severamente durante un rato y luego
dijo:
—¡Ya basta! Si quieres quedarte con nosotros, camina
como todos los cangrejos. Si quieres hacer lo que te parezca,
el arroyo es bastante grande: vete y no regreses
más.
El buen cangrejo quería a su familia, pero estaba convencido
de que tenía la razón.
Su paso despertó inmediatamente la sorpresa de un grupo
de ranas que, como buenas comadres, se habían reunido
en torno a una hoja de nenúfar para charlar.
—El mundo va al revés —dijo una rana—. Mira a aquel
cangrejo y dime si me equivoco.
—Ya no hay educación —dijo otra rana.
—Vaya, vaya —dijo una tercera.
Pero, todo hay que decirlo, el cangrejillo continúo adelante
por el camino que había escogido.
En cierto momento, oyó que lo llamaba un viejo cangrejote
de expresión melancólica, que estaba solitario junto a una
pequeña piedra.
—Buenos días —dijo el joven cangrejo.
El viejo lo observó atentamente y luego le preguntó:
—¿Qué crees que estás haciendo? También yo, cuando era
joven, pensaba enseñar a caminar hacia delante a los cangrejos.
Y mira lo que he conseguido: vivo solo y la gente se
cortaría la lengua antes que dirigirme la palabra. Mientras
estés a tiempo de hacerlo, hazme caso, resígnate a caminar
como los demás y un día me agradecerás el consejo.
El joven cangrejo no sabía qué responder y no dijo nada.
Pero pensaba:
—Yo tengo la razón.
Y después de saludar atentamente al viejo, volvió a emprender
su camino orgullosamente.
¿Llegará muy lejos?, ¿tendrá suerte?, ¿logrará enderezar
todas las cosas torcidas de este mundo?
Nosotros no lo sabemos, porque nuestro amigo el cangrejo
todavía está caminando, con el coraje y la decisión del
primer día.
Solo podemos desearle, de todo corazón: ¡Buen viaje!
RELACIONA EN EL CUENTO EL INICIO,EL NUDO Y EL DESENLACE.
ENRIQUECE TU VOCABULARIO.
Chocaba contra todo, se magullaba la coraza y una pata se
le enredaba con la otra. Pero las cosas fueron mejorando
lentamente, porque todo puede aprenderse cuando se
desea de veras.
Cuando estuvo bien seguro de sí mismo, se presentó ante
su familia y dijo:
—Fíjense.
—¡Hijo mío! —dijo llorando la madre—. ¿Has perdido
el juicio? Vuelve en ti y camina como te han enseñado tu
padre y tu madre; camina como tus hermanos, que tanto
te quieren.
Sus hermanos, no bastante, se tronchaban de risa.
El padre lo miró severamente durante un rato y luego
dijo:
—¡Ya basta! Si quieres quedarte con nosotros, camina
como todos los cangrejos. Si quieres hacer lo que te parezca,
el arroyo es bastante grande: vete y no regreses
más.
El buen cangrejo quería a su familia, pero estaba convencido
de que tenía la razón.
Su paso despertó inmediatamente la sorpresa de un grupo
de ranas que, como buenas comadres, se habían reunido
en torno a una hoja de nenúfar para charlar.
—El mundo va al revés —dijo una rana—. Mira a aquel
cangrejo y dime si me equivoco.
—Ya no hay educación —dijo otra rana.
—Vaya, vaya —dijo una tercera.
Pero, todo hay que decirlo, el cangrejillo continúo adelante
por el camino que había escogido.
En cierto momento, oyó que lo llamaba un viejo cangrejote
de expresión melancólica, que estaba solitario junto a una
pequeña piedra.
—Buenos días —dijo el joven cangrejo.
El viejo lo observó atentamente y luego le preguntó:
—¿Qué crees que estás haciendo? También yo, cuando era
joven, pensaba enseñar a caminar hacia delante a los cangrejos.
Y mira lo que he conseguido: vivo solo y la gente se
cortaría la lengua antes que dirigirme la palabra. Mientras
estés a tiempo de hacerlo, hazme caso, resígnate a caminar
como los demás y un día me agradecerás el consejo.
El joven cangrejo no sabía qué responder y no dijo nada.
Pero pensaba:
—Yo tengo la razón.
Y después de saludar atentamente al viejo, volvió a emprender
su camino orgullosamente.
¿Llegará muy lejos?, ¿tendrá suerte?, ¿logrará enderezar
todas las cosas torcidas de este mundo?
Nosotros no lo sabemos, porque nuestro amigo el cangrejo
todavía está caminando, con el coraje y la decisión del
primer día.
Solo podemos desearle, de todo corazón: ¡Buen viaje!
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