sábado, 21 de julio de 2012

LOS CUENTOS DIVIERTEN E INCENTIVAN LA IMAGINACIÓN. GRADO SEGUNDO.

EL JOVEN CANGREJO

Un joven cangrejo pensó:

— ¿Por qué todos los miembros de mi familia caminan

hacia atrás? Quiero aprender a caminar hacia delante, como

las ranas, y ¡que se me caiga la cola si no lo consigo!

Empezó a entrenarse a escondidas, entre las piedras de su
arroyuelo nativo, y los primeros días le

costaba muchísimo trabajo lograrlo.

Chocaba contra todo, se magullaba la coraza y una pata se

le enredaba con la otra. Pero las cosas fueron mejorando

lentamente, porque todo puede aprenderse cuando se

desea de veras.

Cuando estuvo bien seguro de sí mismo, se presentó ante

su familia y dijo:

—Fíjense.

—¡Hijo mío! —dijo llorando la madre—. ¿Has perdido

el juicio? Vuelve en ti y camina como te han enseñado tu

padre y tu madre; camina como tus hermanos, que tanto

te quieren.

Sus hermanos, no bastante, se tronchaban de risa.

El padre lo miró severamente durante un rato y luego

dijo:

—¡Ya basta! Si quieres quedarte con nosotros, camina

como todos los cangrejos. Si quieres hacer lo que te parezca,

el arroyo es bastante grande: vete y no regreses

más.

El buen cangrejo quería a su familia, pero estaba convencido

de que tenía la razón.

Su paso despertó inmediatamente la sorpresa de un grupo

de ranas que, como buenas comadres, se habían reunido

en torno a una hoja de nenúfar para charlar.

—El mundo va al revés —dijo una rana—. Mira a aquel

cangrejo y dime si me equivoco.

—Ya no hay educación —dijo otra rana.

—Vaya, vaya —dijo una tercera.

Pero, todo hay que decirlo, el cangrejillo continúo adelante

por el camino que había escogido.

En cierto momento, oyó que lo llamaba un viejo cangrejote

de expresión melancólica, que estaba solitario junto a una

pequeña piedra.

—Buenos días —dijo el joven cangrejo.

El viejo lo observó atentamente y luego le preguntó:

—¿Qué crees que estás haciendo? También yo, cuando era

joven, pensaba enseñar a caminar hacia delante a los cangrejos.

Y mira lo que he conseguido: vivo solo y la gente se

cortaría la lengua antes que dirigirme la palabra. Mientras

estés a tiempo de hacerlo, hazme caso, resígnate a caminar

como los demás y un día me agradecerás el consejo.

El joven cangrejo no sabía qué responder y no dijo nada.

Pero pensaba:

—Yo tengo la razón.

Y después de saludar atentamente al viejo, volvió a emprender

su camino orgullosamente.

¿Llegará muy lejos?, ¿tendrá suerte?, ¿logrará enderezar

todas las cosas torcidas de este mundo?

Nosotros no lo sabemos, porque nuestro amigo el cangrejo

todavía está caminando, con el coraje y la decisión del

primer día.

Solo podemos desearle, de todo corazón: ¡Buen viaje!



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